martes, 3 de junio de 2008

Meteorología

Decía Jorge Drexler, chico al que conocí gracias a mi amigo Víctor, que la pena se va sin que te des cuenta... Un día la tienes instalada en tu vida, impidiéndote ver el sol que todo lo alumbra y lo hace más hermoso, el que hace mayores las alegrías y colma de sorpresas la tranquila cotidianidad, y al siguiente se ha ido.

También se lleva con ella la melancolía, ese duendecillo inspirador, esa musa fuente de los más hermosos escritos, los más desgarradores, aquellos inmortalizados con la sangre de tus lágrimas... el agridulce sabor de tus fracasos... y queda una apacible calma. Te sientes parada en mitad de la playa en pleno invierno, contemplando el océano... Marea tranquila, olas sosegadas y de ritmo lento.

Ahora estoy sentada en una hermosa orilla, totalmente desierta, con el acantilado a mis espaldas. Atardece en esta jornada de mi existencia... El sol todo ilumina pero nada deslumbra. Qué calma. Qué paz.

Seguimos caminando en busca de nuevos parajes... ;)

2 comentarios:

Blanquita de los Bosques dijo...

Que bonito lo que escribes. Yo no sé si existe esa calma!
Pasando siempre de la cumbre al fondo una parece que no encuentra la bendita llanura.. pero qué le vamos a hacer, no!? Para eso estamos, para compartir las playas y los caminos.

Un beso enorme mi niña guapisima!!

Yakarta dijo...

Un día te llevaré a esa playa.. descubrirás la calma y te acordarás de ella en tus días de niebla...
Para todo lo demás, tan cerca como nos permita el ciberespacio.
Un millón de besos.. Ánimo, guapa!!