martes, 28 de noviembre de 2006

El erizo y la estrella

Once upon a time... habíase un pequeño erizo, que vivía tranquilo y solo en la densa inmensidad de un bosque olvidado, sobre un risco peligroso. El erizo era feliz, dedicaba su tiempo a cosas sencillas y se sentía completo con ellas.
Un día el erizo miró al cielo y se fijó en una estrella. No era una gran estrella. No era fugaz, ni emitía una luz especial, ni siquiera tenía una forma original... Sin embargo, comenzó a visitarla, noche tras noche, hasta que se dio cuenta de que la había hecho suya: ya era su estrella. Nuevos miembros se integraron en el bosque, el erizo empezó a hacer amigos, con los que coincidía en todo, excepto en la fascinación por tan burda estrella. Quienes lo rodeaban no entendían nada... El erizo era bien visto por todos, apreciado, ¿cómo podía gastar su tiempo en fijarse en algo tan común como aquella estrella?
La estrella, por su parte, se dejaba halagar... Era más bien prepotente y se creía por encima del resto. El erizo lo sabía, pero aún así iba a visitarla; aún así le procesaba cariño.
La estrella huyó del lado del erizo... Suponemos que quizás se sintió desplazada... Al fin y al cabo, el erizo sólo compartía las noches con ella, el resto del tiempo lo pasaba en sus cosas y con sus amigos. No hubo ninguna despedida, simplemente una noche dejó de estar suspendida en el cielo.
El erizo aceptó la marcha de la estrella, lloró, pataleó, pero terminó aceptándola... Siguió siendo feliz, nuevas estrellas, esta vez hermosas, coronaron sus noches, compartieron largas charlas y aún se mantienen a su lado... Sin embargo, el erizo mira a veces al cielo intentando hallar a su pequeña estrella malcriada. La vida para él no fue, después de eso, peor... al contrario, ya no había días que terminaran empañados por algún mosqueo de la estrella; no obstante, miraba al cielo... y la buscaba... porque sería siempre su estrella.

domingo, 19 de noviembre de 2006

Como un dolor de muelas...

Perdámonos, te lo ruego, en mitad del desierto. Dejemos atrás los recuerdos, hagamos como si nunca antes hubiéramos existido, como si sólo hubiéramos comenzado a existir en el mismo momento en que nos encontramos en mitad de la nada.
Huyamos hacia ninguna parte, para que nadie nos encuentre, ni memoria alguna nos haga sombra.
Permíteme creer en algo nuevo, procúrame un espacio libre de añoranzas, vacío de todo lo que no seas tú.
Ayúdame, te lo suplico, a encontrar un hueco en la mitad del risco más alto, inalcanzable, inexpugnable... que nadie ose intentar trepar hasta allí para encontrarme, donde los lobos no tengan forma alguna de llegar y esperar, agazapados, a que nos distraigamos para atacarnos, que nadie pueda nunca más hacerme daño, que mis oídos no vuelvan a ser infectados con el tibio aullido de la bestia, ni tan siquiera para alabarme.

Comencemos a correr sin destino alguno... Tira de mí, por dios lo imploro, porque yo no puedo.

"Como si llegaran a buen puerto mis ansias, como si hubiera donde hacerse fuerte. Como si hallara, por fin, destino para mis pasos. Como si encontrara mi Verdad primera.
¿Cómo traerse al hoy cada mañana, como un suspiro profundo y quedo, como un dolor de muelas aliviado?
Como lo imposible, por fin hecho. Como si alguien de veras me quisiera. Como si, al fin, un buen poema me saliera... Una oración" Subcomandante Marcos.

miércoles, 15 de noviembre de 2006

Cry, baby, cry

Húndete en la más dolorosa de las experiencias: el olvido.
Asfíxiate mientras deambulas por el desierto más amargo: dilúyete en la masa.
Siente, si tus manos aún son capaces de reconocer dolor o placer alguno, el destino más humillante: pierde el poder que tenías sobre mí.
Muérete de hambre, hambre de sentirse amado, hambre del placer inabarcable e interminable, hambre de caricias y sueños, hambre de la alegría infinita de haberse sabido poseedor de un tesoro y haberlo perdido; muere, en resumen, de ausencia y olvido
...y no me llames para despedirte.