sábado, 26 de julio de 2008

Un cruce de miradas, una conversación cargada de enigmas, un pequeño roce al cederle el paso para comprobar su estremecimiento.
Los encuentros se vuelven una rutina, tanto que casi el día corre sólo para llegar a ese momento. Y si tenemos ambos la tarde libre.. qué mejor que comer juntos.

Le hablo muy cerca, mi aliento hace aumentar su ya alta temperatura. Sonríe. Escogemos los platos tras un intenso debate cuya finalidad sólo era seguir jugando.
Debemos irnos. El hambre, lejos de quedar saciada, ruge cuando nos despedimos. Y su mano busca mi espalda al concedernos los dos besos de rigor...

"La diferencia entre el amor eterno y el capricho es que el capricho dura más" -O. Wilde.

miércoles, 9 de julio de 2008

El transporte público

Se encuentran en la cola del autobús... Hacía años que ninguno de ellos cogía esa línea, tal vez temiendo este reencuentro, quizás atemorizados por los recuerdos de tantos viajes compartidos.
Imposible no saludarse, ya se habrán visto, o tendrán que verse dentro del vehículo.
Dos besos, qué tal tu vida. El trabajo. Conseguiste plaza. Sigues en lo que te gusta. Y la familia. Todos bien, me alegro. Y tu mujer. Muy bien, agobiada en el trabajo, ya sabes. Claro, como todos. Y tú, tan independiente como siempre. No tanto. Qué bien. Cuánto tiempo. Sí, las vidas que cambian y no tienes tiempo para nada ni para nadie. Hoy cojo el bus porque se me estropeó el coche. A mí hoy no podían recogerme, además siempre me gustó el transporte público. Sí, es cierto, como a mí. Qué calor. Cómo se nota que ya ha llegado el verano. Qué haces en vacaciones, viajas, como siempre. Sí, alguna escapadilla haremos, queremos conocer Irlanda. Y tú. Algunos días de playa, ya sabes, pero con el trabajo de mi mujer será imposible. Qué lástima. Bueno, aquí me bajo ya. Sí, claro, vas a tu casa hoy. No, ya la casa de mis padres. Me alegro mucho de haberte visto. Y yo, no sabes cuánto me he acordado de ti. A ver si quedamos o algo los cuatro y nos ponemos al día. Sí, claro, sería estupendo. Otros dos besos. Venga, que me paso la parada. Venga, que te aproveche el almuerzo. Hasta pronto. Adiós.

Sigue temblando su mano, el corazón en un puño, sus dedos conservan el tacto de su pelo. Imposible no volver la vista. Quizás habría sido mejor no saludarse. A quién pretende engañar... volvería a mantener la misma estúpida conversación un millón de veces, sólo para escucharle hablar, para sentir de nuevo su aroma, que la transporta a otro mundo. Él se aleja, camino de su casa. Ella sigue mirando hasta que el autobús gira la calle y le pierde de vista.

Baja del autobús. No puede mirar atrás. Bueno, la saludará con la mano cuando pase a su lado. No, no estaba mirando. Debe pararse y respirar. Un nudo llega hasta su nuez y muere allí. Sus manos tiemblan. Respira hondo y la recuerda, una vez más, riendo en su cuarto, con las persianas bajadas y unos apuntes desperdigados por el suelo. Cuántos años... y nada ha cambiado. ¿Pasará alguna vez?

martes, 8 de julio de 2008

The sound of silence

¿Y si el cielo pudiera tener otro azul?
Si todos los colores que mi mente percibe no fueran tal y como yo los veo.
Así sucedería lo mismo con los olores.
Esta calle no olería a ti, sino a como creo que hueles.
Con los sentimientos también.
Esto que siento no es real, sólo un reflejo de lo que es en realidad o de lo que podría ser.
Quizás este presente no sea tal.
Puede que sólo yo vea esta raya en el agua.
Esta brizna de hierba que altera el hermoso embalse.
Inventamos nuestros recuerdos, nuestras percepciones, nuestros sentimientos.
No hay mayor amor que el perdido o nunca conseguido.
No hay miedo más grande que el de arrebatarnos lo que más nos costó obtener.
O la certeza de haberlo conseguido.

Sopla una suave brisa en esta costa apartada. Suena una melodía demasiado conocida.
Apagamos la música y sólo oímos el silencio.