sábado, 26 de julio de 2008

Un cruce de miradas, una conversación cargada de enigmas, un pequeño roce al cederle el paso para comprobar su estremecimiento.
Los encuentros se vuelven una rutina, tanto que casi el día corre sólo para llegar a ese momento. Y si tenemos ambos la tarde libre.. qué mejor que comer juntos.

Le hablo muy cerca, mi aliento hace aumentar su ya alta temperatura. Sonríe. Escogemos los platos tras un intenso debate cuya finalidad sólo era seguir jugando.
Debemos irnos. El hambre, lejos de quedar saciada, ruge cuando nos despedimos. Y su mano busca mi espalda al concedernos los dos besos de rigor...

"La diferencia entre el amor eterno y el capricho es que el capricho dura más" -O. Wilde.

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