martes, 25 de diciembre de 2012

Carta a L

Eres joven, que no pequeña, y el mundo quiere protegerte, dejándote seguir siendo niña aún. Pero tú ya has madurado. Siempre fuiste precoz, inteligente y observadora, aunque ahora sabes colocarte en el sitio idóneo y servir de apoyo para quienes lo necesitan, sin que ellos sepan que lo haces a conciencia.
Has heredado los rasgos de con quien mayor afinidad tenías... y te agarrarás a ellos, ahora que ella se ha ido, para no perderla en tu recuerdo, para sentirla cada día un poquito más cerca... Sonríes por dentro cuando te dicen que te pareces a ella, cuando ves cómo te mira tu padre, con la mirada perdida en el pasado, cómo sonríe tu madre, al recordarla a través de ti. Llevarás sobre tus hombros la carga de no alejarte de ella, de esforzarte por revivir los momentos que pasasteis juntas... Sé que no te pesa. Sé que lo necesitas. A partir de ahora, te construirás sobre estos cimientos de la ausencia. Estás en la edad exacta en que los recuerdos aún se convierten con demasiada facilidad en nubes de imágenes inconexas, pero también en la que ya posees capacidad para distinguir los momentos inolvidables. Tranquila, no la olvidarás nunca. Ni existe mejor manera de honrarla que ser tú misma, la niña a la que ella tanto quería, la mujer en la que sabía que un día te convertirías.