Húndete en la más dolorosa de las  experiencias: el olvido. 
 Asfíxiate mientras deambulas por el  desierto más amargo: dilúyete en la masa. 
 Siente, si tus manos aún son  capaces de reconocer dolor o placer alguno, el destino más humillante: pierde el  poder que tenías sobre mí. 
 Muérete de hambre, hambre  de sentirse amado, hambre del placer inabarcable e interminable, hambre de  caricias y sueños, hambre de la alegría infinita de haberse sabido poseedor de  un tesoro y haberlo perdido; muere, en resumen, de ausencia y  olvido 
 ...y no me llames para  despedirte.


No hay comentarios:
Publicar un comentario