miércoles, 15 de julio de 2009

El día a día entre libros

Trabajar de cara al público no es nada sencillo... Cada persona es un mundo, como reza el dicho popular, y debes enfrentarte a la dura tarea de aceptar al otro (algo complejo en mi caso): sus gustos, creencias, personalidad, modales... Toda una serie de características a la que aplicar un amplio abanico de calificaciones, la mayor parte de las veces negativas.

Pero sí es entretenido y se aprenden muchas cosas, en primer lugar a no catalogar a la gente de un vistazo: algunas personas esconden demasiado bien sus inquietudes como para dejarlas al alcance de la primera vista.

El motivo que me empujó a darle vueltas a esta entrada fue el caso de un señora que vino a pedirme un libro hará un par de meses. Una mujer mayor, tímida, que con una mezcla de humildad y miedo se dirigió a mí para solicitar que le indicara donde estaban los libros de determinado autor. Ella ni siquiera pronunció el nombre, me lo hizo saber casi con vergüenza a través de un pedacito de papel en donde venía escrito. Pensé que, como suele ser habitual, esa señora era la abuela de algún descarado nieto que la usaba para conseguir los libros que le interesaban. Le indiqué el estante del módulo de filosofía en que estaba ese autor y me alejé. Al cabo del rato, preocupada porque la mujer no fuera capaz de decidirse por el libro correcto, me acerqué a ella para volver a ofrecerle mi ayuda. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que la mujer era la lectora fiel de tan eminente filósofo y tan sólo estaba hojeando los distintos títulos para saber cuál de ellos no había leído aún.

Este ejemplo de humildad se contrapone con el tan -TAN- frecuente caso del cliente sabelotodo (ytúniñanotienesniputaideaynosabesquiénesesteautor) que suelta el nombre de un autor alemán a bocajarro y te pide que le indiques dónde están sus libros. En esos momentos se pueden dar dos circunstancias: o bien el dependiente sabe escribir el nombre (cosa que asombra al cliente, si no se pone a porfiar contigo porque cree que lo has escrito mal) o le pides que te lo deletree... y, ¡ajá!, el cliente no tiene ni puñetera idea de cómo se escribe. Esta señora lo traía en su papelito y me lo dio a leer, no por desconocimiento del mismo, sino para facilitarme la tarea y no hacerme pasar por estúpida en el caso de que no lo conociera.

Lo cierto es que la sección de filosofía acoge a muchos "frikis"... muchos más que la sección de manga... Hay una señora que aparece por la tienda cada dos meses aproximadamente para preguntarme si tenemos un libro de Zubiri. Le digo que sí, se lo doy, le echa un vistazo y se va, alegando que aún tiene que acabarse el anterior, que ella lee mucho a Zubiri. Pero siempre me pide el mismo. Aprovecho la red para advertirle: Señora, hemos devuelto finalmente el libro porque no se vendía.

¿Y nuestro amigo el crítico insatisfecho? Qué personaje... No le gusta nada de lo que le recomiendas... Te habla desde que entra en la tienda, estés o no con clientes (incluso se mete en tus conversaciones con ellos), y tienes que dedicarle atención absoluta. Al final no admite ninguna de tus recomendaciones (o, lo que es peor, se lleva alguno de los que le has recomendado para decirte la próxima vez que te vea que era una mierda de libro -literalmente-), es el último que paga en caja y tras el que se cierra la puerta.

Finalizo esta entrada... es hora de desconectar del trabajo.

2 comentarios:

Yahuan dijo...

A mí me pareció inesperadamente sabio eso que dijiste: algunas personas esconden demasiado bien sus inquietudes como para dejarlas al alcance de la primera vista.

Al ir leyendo me dio por pensar que esas personas de las que hablas tal vez tengan un motivo por el que actuar de ese modo, una necesidad o una finalidad.

Mis saludos.

Yakarta dijo...

Un sabio nunca se vanagloria de ello, creo que es la característica fundamental que lo define. El verdadero sabio es plenamente consciente de que no ha logrado alcanzar ni una décima parte de todo el conocimiento que nos tiene reservado el mundo.

En el caso de esa señora, su humildad es digna de la más elaborada reverencia. Todos tendríamos algo que aprender de ella :)

Saludos :)